Europa y la Fe / Hilaire Belloc; traducción Eduardo A. Lanús

Por: Belloc, Hilaire, 1870-1963Colaborador(es): Lanús, Eduardo A [Traductor]Tipo de material: TextoTextoIdioma: Español Buenos Aires: Ediciones C.E.P.A, 1942Descripción: 335 páginas : 18x13 cmTipo de contenido: texto Tipo de medio: sin mediación Tipo de portador: volumenTema(s): Civilización cristiana -- Historia eclesiástica -- Europa | Europa -- Religión | Europa -- HistoriaClasificación CDD: 274 Resumen: La conciencia católica de la historia. Y digo conciencia, esto es, conocimiento íntimo mediante la identidad; la intuición de una cosa, que se unifica con el conocedor. No hablo, pues, del punto de vista católico de la historia. La expresión punto de vista es moderna, e integra por lo tanto, un todo decadente; es falsa y por eso mismo, efímera; no me rebajaré a emplearla. Rendiré, más bien, homenaje a la verdad, diciendo que no existe un tal punto de vista católico de la historia europea. Hay un punto de vista protesatante, uno judío, otro mahometano, o japonés; porque todos ellos consideran a Europa desde el exterior. Mas el católico contempla a Europa desde adentro, y no puede haber un punto de vista de un hombre con respecto a sí mismo. Sin embargo, la sofistería pudiera pretender que existe un punto de vista humano del sujeto mismo que lo que posee. Pero la falsa filosofía en ningún caso como en este da pruebas tan evidentes de su falsedad. Porque cuando el hombre con franqueza, y luego de un prolijo examen de su mente, desea mirarse, lo haría en línea paralela a su creador, y por ende a la realidad; mirará desde su fuero inerno. Prosigo esta metáfora. El hombre tiene en sí la conciencia de que es la voz de Dios. Sabe que no sólo es real el mundo exterior, sino que también es real su propia personalidad. Cuando un hombre, aunque adulado por el mundo, se dice yo soy malo, está en contacto con la realidad; y cuando pese a la calumnia mundana se dice a sí mismo con respecto a sí mismo mi propósito era justo, también lo está. Se conoce a sí mismo porque es él mismo : un hombre no cuenta con conocimiento ilimitado sobre su propio ser. Pero no obstante la limitación de su ciencia, ésta le es conocida totalmente; en ella todo participa de la totalidad. Lo que no conoce sobre sí, si lo supiera, concordaría con lo ya conocido. Hay en verdad, puntos de vista humanos para todas las cosas, menos para dos: para el sujeto mismo y para Dios que lo ha creado. ambos, al contemplarle, le ven tal cual es; los demás lo consideran desde ángulos distintos, y en aspectos distintos; y éstos son realmente puntos de vista, falsos por separado, y diferentes en conjunto. pero la visión de sí mismo que tiene un hombre, no es un punto de vista: es una comprensión. El hombre moderno podrá apreciar con claridad el fenómeno., si sustituye credo por capital, y fe por civilización industrial
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La conciencia católica de la historia. Y digo conciencia, esto es, conocimiento íntimo mediante la identidad; la intuición de una cosa, que se unifica con el conocedor. No hablo, pues, del punto de vista católico de la historia. La expresión punto de vista es moderna, e integra por lo tanto, un todo decadente; es falsa y por eso mismo, efímera; no me rebajaré a emplearla. Rendiré, más bien, homenaje a la verdad, diciendo que no existe un tal punto de vista católico de la historia europea. Hay un punto de vista protesatante, uno judío, otro mahometano, o japonés; porque todos ellos consideran a Europa desde el exterior. Mas el católico contempla a Europa desde adentro, y no puede haber un punto de vista de un hombre con respecto a sí mismo.
Sin embargo, la sofistería pudiera pretender que existe un punto de vista humano del sujeto mismo que lo que posee. Pero la falsa filosofía en ningún caso como en este da pruebas tan evidentes de su falsedad. Porque cuando el hombre con franqueza, y luego de un prolijo examen de su mente, desea mirarse, lo haría en línea paralela a su creador, y por ende a la realidad; mirará desde su fuero inerno.
Prosigo esta metáfora. El hombre tiene en sí la conciencia de que es la voz de Dios. Sabe que no sólo es real el mundo exterior, sino que también es real su propia personalidad. Cuando un hombre, aunque adulado por el mundo, se dice yo soy malo, está en contacto con la realidad; y cuando pese a la calumnia mundana se dice a sí mismo con respecto a sí mismo mi propósito era justo, también lo está. Se conoce a sí mismo porque es él mismo : un hombre no cuenta con conocimiento ilimitado sobre su propio ser. Pero no obstante la limitación de su ciencia, ésta le es conocida totalmente; en ella todo participa de la totalidad. Lo que no conoce sobre sí, si lo supiera, concordaría con lo ya conocido. Hay en verdad, puntos de vista humanos para todas las cosas, menos para dos: para el sujeto mismo y para Dios que lo ha creado. ambos, al contemplarle, le ven tal cual es; los demás lo consideran desde ángulos distintos, y en aspectos distintos; y éstos son realmente puntos de vista, falsos por separado, y diferentes en conjunto. pero la visión de sí mismo que tiene un hombre, no es un punto de vista: es una comprensión.
El hombre moderno podrá apreciar con claridad el fenómeno., si sustituye credo por capital, y fe por civilización industrial

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