Mis pintores Juan Gustavo Cobo Borda
Tipo de material: TextoIdioma: Español Editor: Bogotá: Villegas Editores, 2002Descripción: 446 p: Ilustraciones 14 x 21 cmsISBN: 9588160278 :Tema(s): PINTORES COLOMBIANOS - CRITICA E INTERPRETACION | PINTURA COLOMBIANA - HISTORIA Y CRITICA - SIGLOS XIX Y XXClasificación CDD: 759.986 Resumen: El exiliado mantiene viva, en la retina de la memoria, los colores de su inicial contacto con el mundo. al nacer en Munich en 1905; e interesarse por las artes plásticas, las primeras visiones de Guillermo Wiedemann bien pudieran fijarse en las remotas tierras vírgenes de ese adánico primitivismo con que los expresionistas alemanes de la nueva sensibilidad huían hacia la naturaleza, trátese de un bosque verde o de las cumbres recubiertas de nieve. La choza africana o los archipiélagos del pacífico donde los tótems de Paul Gauguin todavía arden, con sensualidad ancestral, en la penumbra salvaje. Esa mirada angular y esos colores tensos con que Erich Heckel, Karl Schmidt Rottluf, Max Pechstein Otto Mueller corrían desnudos, hacia la selva o la playa virgen para toparse con las camisas pardas del nazismo. El nazismo, quien también exaltaba el cuerpo y agregaba a sus marciales marchas el viejo sueño de un imperio ario. Para escapar a esa nueva barbarie mecanizada, Wiedemann viajó no hacia la angulosa frontalidad de los colores netos de ese edén plástico, ya cristalizado en mito, sino hacia la bruma azul de la cosa pacífica colombiana donde los negros africanos habían vuelto a convocar los sortilegios de su magia animista, entre cortinas de lluvia.Tipo de ítem | Ubicación actual | Colección | Signatura | Copia número | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras | Reserva de ítems |
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Libros/General | Biblioteca Bellas Artes En estantería | Colección General | 759.986 C657 | Ej.1 | Disponible | 00096959 | ||
Libros/General | Biblioteca Bellas Artes En estantería | Colección General | 759.986 C657 | Ej.2 | Disponible | 00096958 |
El exiliado mantiene viva, en la retina de la memoria, los colores de su inicial contacto con el mundo. al nacer en Munich en 1905; e interesarse por las artes plásticas, las primeras visiones de Guillermo Wiedemann bien pudieran fijarse en las remotas tierras vírgenes de ese adánico primitivismo con que los expresionistas alemanes de la nueva sensibilidad huían hacia la naturaleza, trátese de un bosque verde o de las cumbres recubiertas de nieve. La choza africana o los archipiélagos del pacífico donde los tótems de Paul Gauguin todavía arden, con sensualidad ancestral, en la penumbra salvaje. Esa mirada angular y esos colores tensos con que Erich Heckel, Karl Schmidt Rottluf, Max Pechstein Otto Mueller corrían desnudos, hacia la selva o la playa virgen para toparse con las camisas pardas del nazismo. El nazismo, quien también exaltaba el cuerpo y agregaba a sus marciales marchas el viejo sueño de un imperio ario. Para escapar a esa nueva barbarie mecanizada, Wiedemann viajó no hacia la angulosa frontalidad de los colores netos de ese edén plástico, ya cristalizado en mito, sino hacia la bruma azul de la cosa pacífica colombiana donde los negros africanos habían vuelto a convocar los sortilegios de su magia animista, entre cortinas de lluvia.
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